sábado, junio 01, 2024

#73

 Bendito el mundo de los sueños. Estabas en medio de un bosque, en una casa de madera, de un solo piso, no hacía calor, pero tampoco hacía frío. Fui a buscarte, quería hablar contigo, o sólo verte, y me habías dicho que si, pero sólo ahí, sólo en ese momento, así que llegué, como a las 4 a.m. Te levantaste a abrir la puerta, que daba directamente a tu cuarto, y en seguida te volviste a meter a la cama; entré, cerré la puerta, y vi cómo te acomodabas para dormir, recuerdo todo, lo que traías puesto, tu pelo suelto, y cómo te acostaste y te tapaste hasta el cuello. Había una silla de madera, una lámpara sobre un buró a lado de tu cama, esa lámpara estaba encendida y dejaba todo a media luz. Me acerqué, dijiste: pero nada de abrazos, te dije que estaba bien, me senté a tu lado, sobre la cama, tomé un libro y me puse a leer, pero estabas inquieta, muy inquieta; dije: tienes que dormir, estás muy cansada, tienes que descansar, tratar de estar tranquila, y entonces me miraste, tus ojos tristes te delataron, los cerraste y comenzaste a dormir, así estuve un par de horas, sólo junto a ti, muy junto a ti, no te moviste ni un centímetro, pero estaba tan cerca que podía sentir tu cuerpo a mi lado, y llegó un instante de tanta paz, tanto silencio, pensé que no había nada que pudiera interrumpir ese momento, desee que ese instante pudiera llenarte de confort, de tranquilidad, y se vinieron a mi mente algunos momentos nuestros; de nuestros abrazos antes de dormir, y de cómo en algunas ocasiones a pesar de estar dormida buscabas mi mano, o mi pierna o mi cuerpo para sentirme, y así sucedía, sin que despertaras, por el contrario, seguías durmiendo en tranquilidad; yo también me abrazaba a ti muchas veces, y te daba besos en tu rostro, muy cerca de tu boca, maravillosos momentos para recordar, y para vivirlos, me siento afortunada, es una ventaja el poder recordar dentro de los sueños. Un par de horas después despertaste, alguien venía, me acerqué a ti, te abracé, me abrazaste, unas lágrimas cayeron, no sé si tuyas o mías, o de las dos, me abrazaste, inquieta; salí de la casa, la mañana estaba nublada, pero no hacía frío. Te extraño.

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