Hace unos días nos encontramos mi amor y yo, después de varios meses de habernos visto por primera vez; después de vernos por última vez como un par de seres que extrañamente se miraron a través de los cuerpos, a través del monitor, a través de una realidad que parece armada de manera perfecta.
¿Cómo fue aquel primer encuentro? Ella y yo lo sabemos, pero el primer acercamiento fue con uno de sus más bellos alter egos, siempre amable, cuidadosa, tranquila, y con calma, sus manos al frente, sobre la mesa, hablando de sus pasiones, con emoción y mesura, hasta que llegamos a un tema favorito: su lugar de origen. Ahí todo comenzó, o quizá se reinició, pues estoy segura de que este encuentro no es cosa de una vida, o de una dimensión, sé, ahora, que ella es con quien he compartido el verdadero amor en todas las dimensiones, de alguna forma u otra.
Tengo
muy presente el momento en que vi sus ojos, el momento en el que sentí que algo
había, ese instante en que de alguna manera nos reconocimos, sin saber por qué
o para qué; lo dejamos ser, nos dejamos ser, las palabras nos unieron, primero
una gran lista de sueños compartidos, de sitios, de ternura, de ideas,
palabras, más palabras que comenzaron a quedarse cortas ante tantas emociones y
deseos, hasta que llegó el día, y le dije que la amo, después de resistirme por
temor a asustarle, a que pensara que quizá estaba enloqueciendo, aunque ella
afirma que mi locura es real, al igual que mi ceguera; pero el universo nos vio
también, o quizá sólo fue él desde el primer momento, él que es viajero del
tiempo nos reconoció y decidió unirnos de nuevo, con la única condición de que fuéramos
nosotras quienes decidiéramos construir ésta nueva dimensión.
Fue así como, después de una intensa recopilación de nuestros primeros momentos de vernos, nos reunimos en un lugar seguro. La esperé sentada, frente a la puerta que se abrió para entregarle mi corazón y más; noté su sorpresa al verme, sentí lo indecible para mí: nervios.
Nos sentamos, ella a mi lado derecho, algo lejos; perdí la memoria, por horas, y ella lo notó, notó que el nerviosismo no es algo que yo entienda mucho, porque casi nunca está en mí, son contadas las veces que me ha invadido, sin embargo, ésta ha sido la más intensa vivencia de los nervios que ha habido en mí…indudablemente es ella la mayor causa, la primera.
Pero ella lo entendió, se dio cuenta e hizo todo lo posible por alejar ese sentimiento, me preguntó cosas, me dio un vaso con agua, hasta que, poco a poco, fue disminuyendo ese nervio, lo alejó, y pude tomar valor para preguntarle si podía acercarme a ella, dijo que si, e inmediatamente pensé que al fin podría tocar sus manos, al parecer lo adivinó, pues poco después me preguntó si podía tomar mi mano, le dije que sí, lo hizo, y ahí el universo debió haber sido el más feliz, su objetivo estaba cumplido. Lo cierto es que sabía que no aguantaría más, y más temprano que tarde le pedí un beso, pensé en robárselo en la ocasión en que nos acercamos al pequeño refrigerador, pero no lo hice pues quiero siempre tratarla con respeto y ternura, ella es la mera dulzura, es delicada, es sensible, es una mujer que posee el alma de las diosas.
Ahí estuvimos, otro rato más, ella tomando un poco de tequila, yo hablando ahora mucho, de pronto le pregunté ¿te puedo dar un beso? Dijo que si, entonces el nervio quiso volver, pero no lo dejamos, nos sentamos de frente, nos acercamos y nos besamos ¡Nuestro primer beso! Y una parte del mundo se volvió a mover, regresó a girar, fue como si todo tuviera un origen, fue como si se hubiera reconfigurado uno de los principios fundamentales de la vida, de esta vida.
Seguimos hablando, siempre hablamos, porque nuestra bandera es ser claras, es mantener la transparencia, y lo vamos logrando; decidimos irnos a dormir, ella siempre vela por la disciplina, es una mujer que inspira, es uno de esos seres que está en este mundo pero que seguro viene de fuera de él; nos metimos a la cama, y para variar me estorbó el calor, me quité la poca ropa que siempre pretendo conservar para dormir, pero nunca lo logro, me acerqué a ella para quitarle el frío, no me gusta nada que sienta frío, no quise ser invasiva así que me giré, y ella me tomó, tomó lo que su corazón tiene claro, que soy toda suya; comencé a sentir sus manos por todo mi cuerpo, por mi pecho, por mi cintura, por toda mi piel; siempre preguntándome por mis deseos, siempre pidiendo permiso y buscando la promesa de frente de que todo estaba bien, de que tenía todo mi consentimiento para ir y venir, fuera y dentro de mí, y así lo hizo, bebió de mí, volcó su amor en mí, en este cuerpo que tenía días esperándola, tenía días escurriendo de ganas por que se reconociera en mí, ganas de que entendiera lo mucho que soy de ella, de su cuerpo y de su alma, de su espíritu. La noche se hizo muy corta, el tiempo es injusto con nosotras, terminé en sus manos, y me consumió la paz de al fin poderle mostrar lo que con todo mi cuerpo quería decirle, que la amo, que es ella el amor de todas mis dimensiones, la única que ha de quedarse para siempre, más allá del tiempo, del espacio y de todo lo que se pueda llegar a vivir, es y será siempre ella, porque el universo lo ha decidido así, y hay destinos que no se pueden desviar, no importa el exterior, hay destinos que son los que tenemos dentro y se quedan siempre ahí.