¿Quién es Rosario Ibarra de Piedra? Una mujer, mexicana,
activista, senadora, diputada, candidata al premio nobel de la paz en
diferentes ocasiones, galardonada con premios y medallas, la primera candidata
a la presidencia de México, en varias ocasiones también; responsable de acuñar
el término Transmaternidad, porque también es madre, lo es, siempre lo será.
Hace un par de días que Rosario Ibarra de Piedra murió. Y yo
recuerdo aquel día en que la conocí, aunque constantemente la recuerdo, apenas
hace unas semanas les conté a unas amigas sobre los diferentes caminos en los
que desembocó la búsqueda realizada por Rosario Ibarra de Piedra para encontrar
a su hijo, Jesús Piedra, a quien desaparecieron en 1974, durante la guerra
sucia.
Un día el Colegio de San Luis, recibió la visita de Rosario
Ibarra de Piedra, como parte de un foro, el cual tenía como finalidad dar voz a
diferentes ONGS enfocadas en las desapariciones forzadas. Sinceramente no
recuerdo muy bien cada detalle de dicho evento, lo que si recuerdo muy bien es que
me tocó ser chofer de Rosario, así que llegué a la central de autobuses por
ella, venía acompañada por otra mujer, llegaron directo de Oaxaca, por trabajo,
era de mañana, habían viajado ocho horas en el autobús; en ese momento creo que
fungía como senadora, así que era como por allá del año 2010. Venía portando
luto en su vestimenta, así desde que se llevaron a su hijo, y traía un medallón
con la fotografía de él.
Decidieron ir directo al foro, pues no querían llegar tarde,
y así lo hicimos. El lugar estaba repleto, a tope, y poco a poco comenzaron a
tomar el micrófono diferentes voces, al final, la de Rosario; quien desde el
momento que se integró al presídium nunca dejó de escucharles atentamente, y
con los ojos bien abiertos, así durante casi tres horas.
Una vez con el micrófono en mano comenzó a hablar sobre la
gravedad de la situación; su voz no era la de cualquiera, era la del tiempo, la
del conocimiento, la de la experiencia, y así se elevó, y se elevó, hasta hacer
del micrófono un aparato innecesario. “Las desapariciones forzadas son un
crimen de lesa humanidad, la justicia en este país es infinitesimalmente
justa”. Para cuando dijo eso, todo en el foro era silencio, pero de ese
silencio que refleja rabia, de ese que viene del dolor, y del saber, del
entender con claridad la expresión de aquella mujer, que transformó su
esperanza en lucha, quien llevó esa lucha hasta las narices de varios
presidentes del país y no les dejó alternativas, hasta que comenzaron a usar el
término amnistía, hasta que crearon la CNDH, hasta que utilizaron los términos
adecuados ¿Cómo se puede hablar de democracia cuando en tu país hay
desapariciones forzadas? ¿Cómo te haces llamar democracia cuando existen presos
políticos? No, la democracia es una falacia, y Rosario lo sabía bien, todas lo
sabemos bien.
Cuando terminó de hablar se hizo un estruendo en el lugar,
pero sobre todo en los corazones de cada una de las que estábamos ahí,
escuchándola; bajó del escenario, y nos pidió que las lleváramos a la central,
pues tenían que continuar a otra ciudad, probablemente a seguir escuchando,
hasta ese momento no habían ingerido alimento, así que les ofrecimos ir a comer
algo, Rosario dijo:
-No, gracias, nosotras no estamos aquí para que ustedes nos
den, al contrario, como funcionarias es nuestra obligación darles a ustedes.
Así que en la central se compró unas papitas y un refresco,
se subieron al autobús y continuaron su camino.
La volví a ver en diferentes ocasiones, a escucharla, y a
platicar con ella; y si, siempre nos dio algo, siendo o no funcionaria, nos dio
a todo el país algo, una voz, un inicio, nos enseñó el camino, y llamó a las
cosas por su nombre y las dijo frente a quien había que decirlas. Hay muchas
historias sobre ella, datos y demás información en redes, documentales,
periódicos, etc. y como siempre pasa, con su reciente muerte todo el mundo le
está rindiendo homenaje. Yo sólo quería contar un poco del día en que la
conocí.
Después de todo sólo la muerte nos lleva para siempre, para
siempre; parece mentira y mero sentido figurado cuando dicen que la vida es un
instante, y, desde la perspectiva correspondiente, sí lo es; mil años de muerte
por cada hora de vida.