Todo comenzó en 1995, cuando en mi primer adolescencia entendí, más que saber, que iba a dedicarme a ser baterísta; no tenía claro cómo, ni si quiera en dónde podría aprender a tocar ese, o cualquier instrumento, pero lo conseguí. Los detalles de ese periodo hasta la primera vez que pisé un escenario son propios de otro relato.
Una vez que formamos una banda llamada La Sor Juana, si, de puras morras, y ensayando covers de Alanis Morissete, Nelly Furtado, The Cranberries, Garbage, Blondie, Julieta Venegas, Ely Guerra, Santa Sabina, entre muchas otras, decidimos comenzar a buscar presentaciones; llegó el apocalíptico año 2000, en ese entonces lo máximo era aspirar a ser la banda base de un bar, y obvio que te pagaran por ello...lo logramos, al poco tiempo nos convertimos en la primera banda de morras (y la mejor pagada de todas las bandas) en la escena del rock potosino, claro, dentro del mundo de los bares y los covers...y con esa oleada decidimos comenzar a componer nuestro material, sucedió, e incluso grabamos un disco y todo...pero eso también se guarda para otro relato.
Comenzamos a girar, por todos los municipios, incluso tocamos en otras ciudades; en festivales, desfiles, conmemoraciones (sobre todo en marzo), inauguraciones y más; y nos encontrábamos con el hecho de que cuando nos tocaba compartir escenario con otras bandas eramos, en un 99% de las ocasiones, las únicas mujeres músicas que formaban parte de los diferentes eventos. Pero cuando algunas mujeres y niñas del público nos miraban, nos escuchaban, la reacción siempre era más que de sorpresa, de alegría, como de ver algo que no era parte del imaginario colectivo artístico, o escénico. Creo que eso fue lo mejor de dejar los bares y poder salir a la luz de los escenarios abiertos a toda la banda, de todas las edades. Lo cierto es que ¿a cuántas de mi generación no nos hubiera gustado ver a más morras arriba de un escenario? en vivo, rompiendo todo, en todos los sentidos históricos, anímicos y materiales. ¿Cuántas más se hubieran inspirado?
Pero como dijo mi amiga escritora: el hubiera sólo existe en la poesía (no sé si alguien más lo dijo, a mi me lo dijo ella). Siempre se habla mucho de cómo las mujeres hemos tenido que luchar por todo, y se teorízan muchas razones, origenes e historias; el hecho sigue siendo que en los festivales masivos musicales hay de dos sopas, o el porcentaje de mujeres que participan es mínimo, o de plano no participan.
Hace años que tengo claro el hecho de que, al menos aquí, en esta ciudad, aún tenemos que luchar por esos espacios, gestionarlos, nadie lo puede tener más claro que nosotras, las mujeres en la música, en el arte en general quizá; si, hemos (nadie lo ha hecho por nosotras no nos demeritemos) abierto la escena, las puertas y todo lo que se pueda para poder escucharnos, para formar parte, para ser y estar; en el camino hemos encontrado aliados, eso es indudable. Todo este choro mareador es sólo para ilustrar la razón por la que decidí ir a ver, y vivir de manera presencial, el festival La Marketa, en el 2021.
Dicho festival está en manos de un equipo conformado por Elis Paprika, Cachi Zazueta, Midori Matsui, Ana Cristina Moreno, Daniella Morbid y Loyana Ramírez; y se llevó a cabo en el Jardín Juárez, en la Ciudad de México, el domingo 05 de diciembre; el acceso fue gratuito y básicamente los medios describen el espacio como una exposición o bazar de productos hechos por mujeres artistas, entre las que destacan músicas y diseñadoras. Pero también hay un escenario, en donde actuan muchas de las mujeres que forman parte del cartél.
Llegué, con nervios, pues siempre que asisto a un evento musical evito tener ideas pre concebidas, en serio lo intento. A decir verdad no conocía el trabajo de muchas de las artistas que estarían ahí; por supuesto que iba con todas las ganas de saludar a mis queridas Madame Recamier, y Renne Goust, obvio también quería platicar con Elis.
El lugar lucía con mucha luz, efectivamente al entrar estaban los productos de diferentes artistas, músicas y diseñadoras, colectivas y en individual, parecía un gran día de campo...volteo al escenario y ahí estaban nada más ni nada menos que otras grandes del punk/ metal en México: Las fokin biches; rockeando con todo, moviendo la greña; no tienen idea de cuánto extrañaba ese sentimiento que sólo el metal y el punk pueden despertar. Luego miré hacia donde estaba los estantes de las artistas, y que veo a otra gran inspiración, la maravillosa y única Ophelia Pastrana, la verdad si me dio pena acercarme así bien fan, pero mi compa me llevó, literal, frente a Ophelia, y la saludé con una gran sonrisa.
Sentí que la felicidad era mutua, que digo mutua, era una felicidad colectiva, de hermanas, aliadas y artistas, todas estando en lo que nos gusta, disfrutando lo que nos gusta: mostrar el trabajo que con tanto corazón y empeño se realiza. En esta ocasión, yo, como público, viendo con mis propios ojos, viviendo y experimentando con todo mi ser lo que la unión hace, lo que los sonidos, la organización y la comunicación pueden producir...indudablemente me sentí afortunada de estar ahí...y eso que apenas iba llegando...
(continuará)