martes, enero 11, 2022

Mi experiencia en el festival La Marketa, edición 2021. Parte 1.

 Todo comenzó en 1995, cuando en mi primer adolescencia entendí, más que saber, que iba a dedicarme a ser baterísta; no tenía claro cómo, ni si quiera en dónde podría aprender a tocar ese, o cualquier instrumento, pero lo conseguí. Los detalles de ese periodo hasta la primera vez que pisé un escenario son propios de otro relato. 

Una vez que formamos una banda llamada La Sor Juana, si, de puras morras, y ensayando covers  de Alanis Morissete, Nelly Furtado, The Cranberries, Garbage, Blondie, Julieta Venegas, Ely Guerra, Santa Sabina, entre muchas otras, decidimos comenzar a buscar presentaciones; llegó el apocalíptico año 2000, en ese entonces lo máximo era aspirar a ser la banda base de un bar, y obvio que te pagaran por ello...lo logramos, al poco tiempo nos convertimos en la primera banda de morras (y la mejor pagada de todas las bandas) en la escena del rock potosino, claro, dentro del mundo de los bares y los covers...y con esa oleada decidimos comenzar a componer nuestro material, sucedió, e incluso grabamos un disco y todo...pero eso también se guarda para otro relato. 

Comenzamos a girar, por todos los municipios, incluso tocamos en otras ciudades; en festivales, desfiles, conmemoraciones (sobre todo en marzo), inauguraciones y más; y nos encontrábamos con el hecho de que cuando nos tocaba compartir escenario con otras bandas eramos, en un 99% de las ocasiones, las únicas mujeres músicas que formaban parte de los diferentes eventos. Pero cuando algunas mujeres y niñas del público nos miraban, nos escuchaban, la reacción siempre era más que de sorpresa, de alegría, como de ver algo que no era parte del imaginario colectivo artístico, o escénico. Creo que eso fue lo mejor de dejar los bares y poder salir a la luz de los escenarios abiertos a toda la banda, de todas las edades. Lo cierto es que ¿a cuántas de mi generación no nos hubiera gustado ver a más morras arriba de un escenario? en vivo, rompiendo todo, en todos los sentidos históricos, anímicos y materiales. ¿Cuántas más se hubieran inspirado? 

Pero como dijo mi amiga escritora: el hubiera sólo existe en la poesía (no sé si alguien más lo dijo, a mi me lo dijo ella). Siempre se habla mucho de cómo las mujeres hemos tenido que luchar por todo, y se teorízan muchas razones, origenes e historias; el hecho sigue siendo que en los festivales masivos musicales hay de dos sopas, o el porcentaje de mujeres que participan es mínimo, o de plano no participan. 

Hace años que tengo claro el hecho de que, al menos aquí, en esta ciudad, aún tenemos que luchar por esos espacios, gestionarlos, nadie lo puede tener más claro que nosotras, las mujeres en la música, en el arte en general quizá; si, hemos (nadie lo ha hecho por nosotras no nos demeritemos) abierto la escena, las puertas y todo lo que se pueda para poder escucharnos, para formar parte, para ser y estar; en el camino hemos encontrado aliados, eso es indudable. Todo este choro mareador es sólo para ilustrar la razón por la que decidí ir a ver, y vivir de manera presencial, el festival La Marketa, en el 2021. 

Dicho festival está en manos de un equipo conformado por Elis Paprika, Cachi Zazueta, Midori Matsui, Ana Cristina Moreno, Daniella Morbid y Loyana Ramírez; y se llevó a cabo en el Jardín Juárez, en la Ciudad de México, el domingo 05 de diciembre; el acceso fue gratuito y básicamente los medios describen el espacio como una exposición o bazar de productos hechos por mujeres artistas, entre las que destacan músicas y diseñadoras. Pero también hay un escenario, en donde actuan muchas de las mujeres que forman parte del cartél. 

Llegué, con nervios, pues siempre que asisto a un evento musical evito tener ideas pre concebidas, en serio lo intento. A decir verdad no conocía el trabajo de muchas de las artistas que estarían ahí; por supuesto que iba con todas las ganas de saludar a mis queridas Madame Recamier, y Renne Goust, obvio también quería platicar con Elis. 

El lugar lucía con mucha luz, efectivamente al entrar estaban los productos de diferentes artistas, músicas y diseñadoras, colectivas y en individual, parecía un gran día de campo...volteo al escenario y ahí estaban nada más ni nada menos que otras grandes del punk/ metal en México: Las fokin biches; rockeando con todo, moviendo la greña; no tienen idea de cuánto extrañaba ese sentimiento que sólo el metal y el punk pueden despertar. Luego miré hacia donde estaba los estantes de las artistas, y que veo a otra gran inspiración, la maravillosa y única Ophelia Pastrana, la verdad si me dio pena acercarme así bien fan, pero mi compa me llevó, literal, frente a Ophelia, y la saludé con una gran sonrisa. 

Sentí que la felicidad era mutua, que digo mutua, era una felicidad colectiva, de hermanas, aliadas y artistas, todas estando en lo que nos gusta, disfrutando lo que nos gusta: mostrar el trabajo que con tanto corazón y empeño se realiza. En esta ocasión, yo, como público, viendo con mis propios ojos, viviendo y experimentando con todo mi ser lo que la unión hace, lo que los sonidos, la organización y la comunicación pueden producir...indudablemente me sentí afortunada de estar ahí...y eso que apenas iba llegando...

(continuará) 

sábado, enero 08, 2022

Esperanza Spalding me devuelve la Esperanza.

Indudablemente el motivo para renovar este blog es consistente e inspirador. Es seguro que usted ha escuchado alguna vez sobre los famosos Tiny Desk, a los cuales llamaré concierto de escritorio, porque prefiero evitar anglicismos, siempre que sea posible. Este formato de conciertos tiene su origen en un par de compas que se hartaron de ir a escuchar música en vivo y no poder, gracias al ruido de la multitud; pero ese tema ya lo desarrollaré en otra ocasión. 
Entre las actividades que considero propias de aquellas personas que gustamos del quehacer musical considero que es deber renovarse, escuchar propuestas que salten a los oídos, en diferentes medios; pero con tantas plataformas y la indudable bastedad de estrenos musicales diarios, es una odisea dedicar unas horas a algo de manera exclusiva; tampoco ayuda mucho que haya oleadas de bandas que suenan 99% similar entre si. Esto sólo alimenta una pre disposición negativa, pues es como adivinar lo que viene, reconocer un camino recorrido cientos de veces por otros, aunque con pasos menos firmes, recalcando las huellas de quienes han dejado obras maestras, para luego perderse en la memoria de los artistas emergentes; se nota la inmediatez con la que dichos artistas llegan y se irán. 
Ante esto, escuchar, y ver, algunos conciertos de escritorio (que por cierto sólo la fachada tienen de oficina) me resulta viable, y una buena opción para encontrar propuestas interesantes, sobre todo porque los artistas ofrecen sus piezas en vivo, y en un formato digamos viable para un espacio no abierto a multitudes, más no es forzoso que sea algo desenchufado, lo que creo provoca al artista a experimentar una versión intermedia, algo así como: vamos a armar un set para tocar en un lugar pequeño, pero que suene bien, y re versionemos algunas cosas, hay que adaptarse. 
Debo recalcar que los conciertos de escritorio no tienen la finalidad de ser una versión acústica (aunque hay quienes si lo ofrecen de esa manera), y que al final son libres de usar los medios que sean para sonar como quieran, y eso también hace que quienes escuchamos y vemos tengamos una idea más certera de lo que realmente hace el artista, de lo que es capaz,  o a dónde quiere llegar con su propuesta. 
El asunto es que, como cada sábado, inicié mi sesión de búsqueda y apreciación musical, y visité el canal de NPR, para checar algunos conciertos de escritorio, y ahí la vi, con tan sólo un día de haber sido lanzada, la sesión de Esperanza Spalding. Sinceramente había escuchado poco de ella, sabía que es considerada más dentro del género jazz, que es cantante, contrabajista, y por ende bajista (esto no siempre aplica al revés), y creo que nada más. Debo aclarar que hace tiempo que aprendí a no tener expectativas en cuanto al arte en general se refiere, y en cuanto a la música más, pero también sé que es la disciplina que más oportunidades tiene para seguir evolucionando. 
Comenzó el concierto, con algo que parece una búsqueda tonal...veo un montón de personas, entre los que entiendo que hay coristas, músicos, y Esperanza, con su contrabajo, al frente, segura, precisa; todos vestidos en color rojo, intenso, con una pantalla verde detrás. No voy a ponerme a describir cada uno de los detalles de imagen, sólo diré que se antoja acompañar semejante visión con alguna poción mágica, de esas que no tienen nada que ver con estados etílicos. 
Pronto me doy cuenta de que no todos los que forman la escena son músicos, hay personas que están ahí para estar ¿Cómo explicarlo?  a través de los movimientos y su presencia se convierten parte de lo que poco a poco se antoja ritual, se siente ritual; la música va  actuando sobre los sentidos, hasta apoderarse de lo más profundo, de adentro hacia afuera, como debe ser todo proceso curativo. Y sigue Esperanza, acompañada de quienes están ahí, con ella y quienes estamos acá, pero cada vez más allá, junto a ella también, en ese espacio que se antoja cálido, angosto e infinito. Creo que dejé de parpadear, mientras la veía a ella con los ojos cerrados, concentrada en la transmisión de su poder colectivo. Sentí la razón de la música, la escuché con la piel y el cerebro. Luego de poco más de veinte minutos el concierto terminó...y caí en un profundo trance onírico. 
Ya que volví a esta realidad me percaté de que los títulos de las canciones fueron "Formwelas"3, 4, y 8, y que en la descripción mencionan que son parte de su último disco, el cual se titula Songwrights apothecary lab.     
Lo estrenó en el 2021, leí que fue diseñado pensando en responder a la pregunta ¿para qué necesitas una canción?, todo ello con la colaboración de especialistas en neurociencia, musicoterapia, etnología y psicología; pero, sinceramente, no lo he escuchado. Obviamente lo haré, muy probablemente el día de mañana, y muy probablemente también vuelva a escribir del tema. Lo único claro, hasta ahora, es que Esperanza Spalding me ha devuelto la esperanza por la trascendencia sonora, musical, y creo que siento amor, descanso, alivio, con todo lo que esto conlleva.  

 Aquí dejo el link de la sesión. 

https://www.youtube.com/watch?v=2arc30068Wk