Indudablemente el motivo para renovar este blog es consistente e inspirador. Es seguro que usted ha escuchado alguna vez sobre los famosos Tiny Desk, a los cuales llamaré concierto de escritorio, porque prefiero evitar anglicismos, siempre que sea posible. Este formato de conciertos tiene su origen en un par de compas que se hartaron de ir a escuchar música en vivo y no poder, gracias al ruido de la multitud; pero ese tema ya lo desarrollaré en otra ocasión.
Entre las actividades que considero propias de aquellas personas que gustamos del quehacer musical considero que es deber renovarse, escuchar propuestas que salten a los oídos, en diferentes medios; pero con tantas plataformas y la indudable bastedad de estrenos musicales diarios, es una odisea dedicar unas horas a algo de manera exclusiva; tampoco ayuda mucho que haya oleadas de bandas que suenan 99% similar entre si. Esto sólo alimenta una pre disposición negativa, pues es como adivinar lo que viene, reconocer un camino recorrido cientos de veces por otros, aunque con pasos menos firmes, recalcando las huellas de quienes han dejado obras maestras, para luego perderse en la memoria de los artistas emergentes; se nota la inmediatez con la que dichos artistas llegan y se irán.
Ante esto, escuchar, y ver, algunos conciertos de escritorio (que por cierto sólo la fachada tienen de oficina) me resulta viable, y una buena opción para encontrar propuestas interesantes, sobre todo porque los artistas ofrecen sus piezas en vivo, y en un formato digamos viable para un espacio no abierto a multitudes, más no es forzoso que sea algo desenchufado, lo que creo provoca al artista a experimentar una versión intermedia, algo así como: vamos a armar un set para tocar en un lugar pequeño, pero que suene bien, y re versionemos algunas cosas, hay que adaptarse.
Debo recalcar que los conciertos de escritorio no tienen la finalidad de ser una versión acústica (aunque hay quienes si lo ofrecen de esa manera), y que al final son libres de usar los medios que sean para sonar como quieran, y eso también hace que quienes escuchamos y vemos tengamos una idea más certera de lo que realmente hace el artista, de lo que es capaz, o a dónde quiere llegar con su propuesta.
El asunto es que, como cada sábado, inicié mi sesión de búsqueda y apreciación musical, y visité el canal de NPR, para checar algunos conciertos de escritorio, y ahí la vi, con tan sólo un día de haber sido lanzada, la sesión de Esperanza Spalding. Sinceramente había escuchado poco de ella, sabía que es considerada más dentro del género jazz, que es cantante, contrabajista, y por ende bajista (esto no siempre aplica al revés), y creo que nada más. Debo aclarar que hace tiempo que aprendí a no tener expectativas en cuanto al arte en general se refiere, y en cuanto a la música más, pero también sé que es la disciplina que más oportunidades tiene para seguir evolucionando.
Comenzó el concierto, con algo que parece una búsqueda tonal...veo un montón de personas, entre los que entiendo que hay coristas, músicos, y Esperanza, con su contrabajo, al frente, segura, precisa; todos vestidos en color rojo, intenso, con una pantalla verde detrás. No voy a ponerme a describir cada uno de los detalles de imagen, sólo diré que se antoja acompañar semejante visión con alguna poción mágica, de esas que no tienen nada que ver con estados etílicos.
Pronto me doy cuenta de que no todos los que forman la escena son músicos, hay personas que están ahí para estar ¿Cómo explicarlo? a través de los movimientos y su presencia se convierten parte de lo que poco a poco se antoja ritual, se siente ritual; la música va actuando sobre los sentidos, hasta apoderarse de lo más profundo, de adentro hacia afuera, como debe ser todo proceso curativo. Y sigue Esperanza, acompañada de quienes están ahí, con ella y quienes estamos acá, pero cada vez más allá, junto a ella también, en ese espacio que se antoja cálido, angosto e infinito. Creo que dejé de parpadear, mientras la veía a ella con los ojos cerrados, concentrada en la transmisión de su poder colectivo. Sentí la razón de la música, la escuché con la piel y el cerebro. Luego de poco más de veinte minutos el concierto terminó...y caí en un profundo trance onírico.
Ya que volví a esta realidad me percaté de que los títulos de las canciones fueron "Formwelas"3, 4, y 8, y que en la descripción mencionan que son parte de su último disco, el cual se titula Songwrights apothecary lab.
Lo estrenó en el 2021, leí que fue diseñado pensando en responder a la pregunta ¿para qué necesitas una canción?, todo ello con la colaboración de especialistas en neurociencia, musicoterapia, etnología y psicología; pero, sinceramente, no lo he escuchado. Obviamente lo haré, muy probablemente el día de mañana, y muy probablemente también vuelva a escribir del tema. Lo único claro, hasta ahora, es que Esperanza Spalding me ha devuelto la esperanza por la trascendencia sonora, musical, y creo que siento amor, descanso, alivio, con todo lo que esto conlleva.
Aquí dejo el link de la sesión.
https://www.youtube.com/watch?v=2arc30068Wk
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