Hace un rato estaba en casa de mis padre, mi mamá está un poco más tranquila, se le nota, y eso me da tranquilidad, de pronto nos llegó un aroma a perfume, duró algunos minutos, tratamos de entender por qué, pero no hubo razón aparente, dice mi mamá que seguro fue alguna presencia, pues justo mañana es cumpleaños de su mamá, mi abuela; la voz de mi mamá reflejó emoción, como alegría, entonces le dije que sí, que era muy probable que mi abuelita anduviera visitándonos. De vuelta a casa me puse a pensar en las figuras maternas, en cómo, cuando se tienen y disfrutan, son un lazo rojo, irrompible, interminable, superan al tiempo, a la vida misma, se perpetúan; después de todo son el origen de nuestra especie. No importan las creencias, no importa nada, sólo sentir la emoción y la alegría nostálgica de mi madre, cuando habla de la suya, disfruto profundamente esos instantes, me siento afortunada.
Llegué a prender la vela especial, ya casi me dispongo a dormir, y sabes, tienes un nombre hermoso. Te abrazo.
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