Piensas que no late el corazón,
dejas toda la responsabilidad a la sinceridad,
y todo está hecho, te jactas de ello.
Es increíble tu enojo,
pero de verdad no se puede creer en él.
De la manera más bella
dejas un racimo de flores en mis manos
para que no pueda olerlas,
ni usarlas de adorno en el patio de mis deseos.
Si creo que debe ser un martirio sentir así;
hablar de perfección y no poder tocarla.
Dime
¿qué harías tu?
Ponte mis tenis rojos,
y anda con mis ganas por ahí,
un ratito nada mas,
luego ven y dime:
¿qué harías tu?
Por mi parte estoy cansada,
de entender que nada es nada,
y repetirlo de todas formas,
en todos los idiomas del sentir.
Hay errores que no deben cometerse.
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