buscamos al sapo de la paz,
durante el paseo bajo la luz de la luna.
La gente es extraña
más si las puertas de la percepción se mantienen abiertas;
pero vamos sobre la nave de cristal
y no pararemos hasta ver tierra a la vista,
a pesar de que el corazón esté interpuesto,
a pesar de que coqueto nos diga: hola, te amo, tócame.
Será como ir por la calle del amor,
de la mano de un chico salvaje
que nos amará dos veces.
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